Consecuencias de la deshidratación

Hidratarse es esencial para el organismo. Se trata de algo tan trivial que no le concedemos la atención que merece algo tan sencillo, como beber agua o ingerir líquidos, para mantener el equilibrio hídrico del organismo. Que exista una cantidad de agua en nuestro cuerpo, es fundamental para el correcto funcionamiento del mismo. Esto es así, debido a que el agua es el principal componente del organismo. Entre el cincuenta y sesenta por cien del peso corporal, es agua. Aunque dicho porcentaje, puede cambiar en función de la edad, el sexo y la constitución.

La distribución del agua en el organismo, es variada. Entre el ochenta y noventa por cien de la sangre, es agua; dos tercios del agua, se encuentran en el interior de las células, lo que hace que varíe la cantidad, según el tejido: pulmones con un ochenta y cinco, cerebro entre setenta y cinco y ochenta y cinco, corazón, hígado y riñones del setena al ochenta y piel y músculos con un setenta o setenta y cinco por cien. Sin embargo, en el tejido graso, no pasa del diez por cien, mientras que los huesos, cuentan con un veintidós por ciento. Los ojos son de un noventa a noventa y cinco por ciento, agua.

De manera que es fácil entender por qué el agua, es esencial. Si ella no se pueden mantener las funciones normales que realiza el organismo, tanto a nivel celular como fuera de las células. La deshidratación no es otra cosa que un exceso de pérdida de líquidos, por parte del organismo. Lo que se produce en el momento que el cuerpo, pierde más agua de la que ingiere, o cuando la misma, disminuye. Esta pérdida de líquido, puede acompañarse de la pérdida de electrolitos como el sodio o el potasio.

A qué se debe la deshidratación

Deshidratarse es algo que puede pasar con suma facilidad. Las causas de que se produzca son diversas, dentro de las cuales son más frecuentes los vómitos o la diarrea abundante, así como beber poca agua, en el caso de los niños. Siendo más común en el caso de los adultos, el uso de diuréticos, el exceso de sudoración o algunas infecciones, además de una ingesta pobre de agua.

La deshidratación suele hacerse notar con síntomas leves, como la sensación de sed, sequedad de las mucosas o una leve pérdida de peso corporal. Los síntomas se agravan si no se reponen los líquidos y electrolitos. En casos graves, como advierten desde la Clínica Dental Collado Villalba, puede conllevar la muerte. A nivel bucodental, afecta a la capacidad protectora de la saliva, un mayor riesgo de caries, acumulación de placa, inflamación e irritación de las encías o retraso en la cicatrización de heridas en la cavidad oral.

Deshidratarse es algo que puede afectar a personas de todas las edades. Siendo más frecuentes en bebés y niños pequeños, debido a que su sistema de regulación del equilibrio hidroeléctrico del cuerpo, es inmadura. Cuando los más pequeños, pierden líquidos debido a vómitos o diarrea, la proporción de líquido que pierden es mayor que la que se produce en niños mayores o adultos. Esto se debe a que su peso y superficie corporal es menor. Añadido el hecho de su incapacidad para comunicar la necesidad de líquidos o el acceso a los mismos.

Así mismo, los ancianos tienen más probabilidades y riesgo de deshidratarse, puesto que no pueden darse cuenta de lo que sucede, ya que con los años, la sed se percibe con más lentitud y menor intensidad. Con el añadido de que pueden sufrir de incontinencia urinaria, con lo que conlleva.

Las personas que padecen diabetes mellitus, diabetes insípida o enfermedad de Addison, cuentan también, con mayor riesgo de sufrir deshidratación, debido a que la eliminación de líquidos a través de la orina, puede ser mayor.

Los síntomas de la deshidratación son en niños pequeños, la boca seca, el llanto sin lágrimas, no mojar el pañal durante más de tres horas, ojos y mejillas con aspecto hundido e irritabilidad.

En el caso de niños mayores, jóvenes y adultos, los síntomas varían en función de la etapa en la que se encuentren:

  • Sensación de sed no muy intensa. Pulso aumentado ligeramente. Estado de ánimo normal o algo inquieto. Pérdida de peso entre tres y cinco por ciento. Menor frecuencia o cantidad de orina.
  • Mayor sensación de sed, menor producción de orina y pérdida de peso entre el seis y el diez por ciento. Sequedad de boca y mucosas, menor turgencia en la piel y ojos hundidos. El pulso se debilita y la presión arterial, aun siendo normal, puede presentar taquicardias. Puede aparecer hipotermia, dolor de cabeza, mareos y calambres musculares. El estado anímico se vuelve apático.
  • Pérdida de un diez por ciento de peso corporal. Sed intensa y orina amarillo oscuro, mínima o ausente. Ojos muy hundidos, piel poco o nada turgente y mucosas muy secas. Hipotermia con sudoración, pulso tenue y taquicardia intensa. La persona puede sentirse confusa e irritable. La presión arterial disminuye pudiendo sufrir mareos o desmayos. Se puede producir un shock (flujo sanguíneo insuficiente) e insuficiencia multiorgánica, incluyendo la posibilidad de entrar en coma. Si la deshidratación sigue, puede producirse la muerte.

No obstante, el primer indicador de que existe deshidratación es la sed. Por lo que hay que tener siempre la botella de agua a mano y evitar que se produzca. Muchas veces olvidamos que hay que beber antes de que nos entre sed, cuando es lo ideal.

Todo un proceso que debemos conocer

Nada como conocer en que consiste un proceso de deshidratación para evitarlo. Se trata de algo paulatino y gradual que se inicia con la sensación de sed, urgiendo a la ingesta de líquidos. Cuando no se bene la cantidad de agua necesaria para que se compense la que se pierde, el cuadro se agrava, disminuyendo la sudoración y la cantidad de orina. Llegado este momento, el agua pasa de las células al torrente sanguíneo, evitando que disminuya la cantidad de sangre y haciendo que se compense la concentración de electrolitos y la presión arterial.

Si la deshidratación avanza, los tejidos corporales se deshidratan con mayor rapidez, las células se contraen y el organismo empieza a funcionar de forma incorrecta. La velocidad a la que se producen estos síntomas, depende de la temperatura ambiental, el padecimiento de enfermedades renales o intestinales que impiden la absorción adecuada de agua o si se han ingerido agua de mar o alimentos salados (estos fuerzan al riñón a eliminar los desechos que se producen), entre otros factores. Como ya hemos comentado, la edad es otro factor relevante.

En cuanto a las causas que llevan a la deshidratación, la más frecuente es la ingesta insuficiente de líquido debido a los ayunos prolongados o la inapetencia, por enfermedad; no beber de forma regular la cantidad de agua que el organismo necesita o, en el caso de los bebes, una lactancia mal establecida.

Cuando la deshidratación se produce debido a un exceso en la pérdida de agua, las causas principales son los vómitos o la diarrea aguda, por lo general, a consecuencia de gastroenteritis o exceso de sudoración, así como orinar demasiado por diabetes, insuficiencia renal o el uso de medicamentos. Las infecciones leves, como un catarro, puede generar deshidratación, sobre todo en niños y ancianos que pierden el apetito o las ganas de beber.

A pesar de que es fácil caer en la deshidratación en determinadas circunstancias y las consecuencias, pueden ser graves y molestas, la recuperación es bastante fácil. Lo primero es reconocer los signos y reaccionar. El tratamiento no es otro que restituir los líquidos y electrolitos perdidos. Si la causa de la deshidratación son el calor o ejercicio intenso, hay que dejar de hacer ejercicio, ir a un lugar fresco y evitar el golpe de calor. Si la deshidratación es leve, la mejor solución es beber agua fresca. En caso de que avance, las soluciones de rehidratación oral, ayudan a reponer las pérdidas.

Para los adultos, contar con las bebidas deportivas cargadas de electrolitos y carbohidratos, es la mejor manera de evitar la deshidratación o recuperase de ella. Los zumos y refrescos quedan descartados.

Es posible reducir el riesgo de sufrir una deshidratación si se siguen las medidas preventivas que citamos a continuación:

  • Beber de dos a tres litros de agua al día. Tanto si hay sed como si no. Beber con frecuencia durante todo el día.
  • Asegurarse de qué niños y ancianos beben agua suficiente.
  • Aumentar la ingesta de agua cuando hace demasiado calor o hay humedad.
  • Procurar beber más en caso de enfermedad. Cuando se vomita o se tiene diarrea, es fundamental aunque no haya ganas.
  • Tomar líquidos antes de realizar deporte o ejercicio físico intenso.
  • Protegerse del calor.
  • Cuidar la alimentación.
  • Evitar el consumo de bebidas alcohólicas o ricas en azúcar o cafeína.
  • Preparar y conservar de forma adecuada los alimentos.

Como se puede comprobar, se trata de medidas que, realmente, llevamos a cabo de forma natural, la mayoría del tiempo. Solo hay que ser conscientes y no dejas de realizarlas, sobre todo en determinados momentos que, la deshidratación, no es ninguna broma.

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