Empresarios contra la tecnología y la IA

IA

Muchos empresarios sienten que el avance tecnológico les pisa los talones. La sensación de amenaza está ahí: nuevas herramientas, cambios constantes y formas de trabajar que en cuestión de meses dejan obsoletos sistemas que parecían seguros. Y dentro de todo ese movimiento, la inteligencia artificial se ha convertido en el punto más conflictivo. Es el tema que divide, que genera discusiones y que hace que unos vean futuro y otros solo vean problemas.

Soy escritora, correctora editorial e ilustradora, y la IA ha cambiado por completo la forma en la que mis clientes entienden mi trabajo. Escritores que antes me encargaban la corrección de sus novelas ahora prefieren pasar el texto por un programa automático que se lo hace gratis o casi gratis. Y con las ilustraciones pasa lo mismo: me piden presupuesto, pero terminan resolviéndolo con un generador de imágenes en segundos. Para mí eso significa perder dinero, pero también horas de dedicación que ya no se valoran.

Aun así, no puedo quedarme solo en esa parte amarga. Porque, aunque es verdad que la IA me ha quitado oportunidades, también me ha dado herramientas con las que organizo mejor mi negocio y ahorro tiempo. Por eso no me uno a los que están en guerra abierta contra todo lo tecnológico, ni tampoco a los que lo celebran sin pensar. Prefiero buscar el punto medio, aprovechar lo que me sirve y no perder de vista lo que realmente me hace diferente.

 

Cuando la IA se convierte en competencia directa

La primera vez que un cliente me dijo que prefería usar una IA para corregir su novela en lugar de contratarme, me quedé helada. Fue como una bofetada. Yo había trabajado con esa persona varias veces, teníamos confianza, y de repente me salió con que había descubierto un programa “gratis” que le hacía lo mismo. Y claro, gratis suena mejor que pagarme.

Después vinieron las ilustraciones. Ahí fue todavía más duro. Yo paso horas creando un dibujo, cuidando los detalles, intentando transmitir la idea de la historia que hay detrás, y de pronto me dicen que lo resuelven en cinco segundos con una app que genera imágenes. Es frustrante. Me hizo replantearme muchas cosas, incluso llegué a pensar si tenía sentido seguir ofreciendo estos servicios.

Pero en medio de esa frustración, me di cuenta de que no todos los clientes quieren solo un resultado rápido: hay personas que valoran el trato cercano, la dedicación, la personalización. Un generador de texto o de imágenes no te escucha de verdad, no se ríe contigo, no entiende los matices de tu idea. Y eso es lo que todavía me mantiene con clientes fieles que, a pesar de la tentación de la IA, siguen confiando en mí.

Sí, pierdo dinero cuando alguien decide sustituirme por una máquina… pero también gano seguridad, porque hay quienes vuelven y me dicen que lo que les dio la IA estaba vacío, y que prefieren pagarme porque conmigo sienten que su proyecto tiene mucha más alma.

 

Lo que he aprendido a base de golpes

Al principio mi reacción fue querer pelear contra la IA, casi como si fuera una competencia desleal, pero me di cuenta de que esa pelea estaba perdida. No puedo competir en rapidez ni en precio con un programa automático. Si me quedo atascada en la queja, me hundo.

Empecé a usar la IA para tareas aburridas, como responder correos estándar, organizar listas de pendientes o hacer borradores de propuestas, y así puedo concentrar mi energía en lo que realmente me apasiona: escribir, ilustrar y trabajar mano a mano con mis clientes.

Lo curioso es que cuando lo cuento, algunos colegas empresarios se sorprenden. Siguen viendo la IA como un monstruo, cuando en realidad, si la usas bien, puede ser un aliado. Obviamente no quiero que me reemplace, pero sí quiero que me quite carga de trabajo en lo que no me aporta valor.

 

APPs, una herramienta que cambian el día a día de un negocio

Una de las cosas más útiles que descubrí es el tema de las aplicaciones, porque como iba ligada a los móviles tampoco me gustaban. Estaba HARTA del móvil. Yo antes vivía pegada al móvil, contestando mensajes a todas horas. Si un cliente quería una reunión, tenía que coordinar manualmente el horario, revisar mi agenda y rezar para no pisarme con otra cita. Un caos.

Ahora, gracias a una app que conecta mi calendario con una página de reservas, mis clientes pueden ver mis horarios disponibles y elegir el que más les convenga. Yo solo recibo la notificación y listo. No tengo que estar pendiente del móvil todo el tiempo ni jugando al Tetris con mi agenda. Parece una tontería, pero me devolvió un montón de horas a la semana.

Otra cosa genial es poder mostrar mis trabajos de manera ordenada en una app o en un sistema online. No tengo que mandar mil archivos por correo ni preparar PDFs cada vez que alguien me pide muestras. Todo está en un sitio y el cliente entra y lo ve. Incluso podría automatizar encargos de pruebas o muestras, algo que antes me quitaba energía y paciencia.

Squareet, que se dedica a hacer desarrollos de software a medida, me explicaron que no sirve de nada que una APP sea “bonita” si no es funcional. Eso me hizo mucho sentido, porque al principio yo me fijaba solo en el diseño, en que se viera profesional y moderno, pero luego me pasaba que no funcionaba como necesitaba. Su consejo fue claro: lo más importante es que la app resuelva un problema real. Para eso, si no sabes del tema, mejor pedir ayuda a alguien que sí tenga experiencia, porque de nada te sirve pagar por un diseño espectacular si luego no puedes usarlo en el día a día.

Con ese aprendizaje, cada vez que pienso en añadir una herramienta nueva, lo primero que me pregunto es: ¿me ayuda a ahorrar tiempo o a dar un mejor servicio? Si la respuesta es sí, entonces merece la pena. Si es solo porque “queda bonito”, no.

 

Clientes fieles frente a la tentación de la IA

Podría decir que la IA me está robando el trabajo, pero hay clientes que se quedan conmigo a pesar de que tienen la opción de hacerlo más barato y rápido con una máquina.

Esos clientes son los que me recuerdan por qué empecé en todo esto. Porque al final, cuando alguien escribe una novela, no solo quiere un texto perfecto sin faltas de ortografía, quiere que alguien lo acompañe, lo motive, lo guíe. Cuando alguien busca una ilustración, no solo quiere una imagen, quiere que alguien entienda su historia, que aporte ideas, que dé vida a personajes que llevan tiempo en su cabeza. Y eso no lo puede dar una IA.

Lo que hago es cuidar a esos clientes como si fueran oro. Les respondo rápido, les hago sentir que sus proyectos son importantes para mí, y me esfuerzo en darles siempre un resultado mejor del que esperan. Y gracias a eso, incluso cuando pierdo a un cliente por la IA, suelen volver más tarde.

 

Cómo veo el futuro con las apps y la tecnología

Lo que realmente creo que marcará la diferencia son las Apps y las herramientas tecnológicas que ya están cambiando nuestra forma de organizarnos y de ofrecer servicios. Cada año salen aplicaciones nuevas que nos facilitan la vida y que, bien usadas, pueden convertirse en aliados brutales para cualquier negocio.

A veces me asusta un poco la velocidad a la que avanza todo. Da la sensación de que lo que hoy funciona, mañana ya está desfasado. Pero también creo que, si aprendemos a elegir bien qué tecnología nos ayuda y cuál no, podemos ahorrarnos mucho trabajo y mejorar nuestra relación con los clientes. Para mí, el truco está en no usar una app solo porque está de moda, sino porque realmente resuelve un problema o me hace el día a día más llevadero.

En mi empresa ya lo noto. Las APPs me permiten organizar citas sin depender del móvil, mostrar mis trabajos de forma ordenada y hasta automatizar pequeños procesos que antes me quitaban tiempo. Y lo mejor es que esto es solo el principio. Estoy convencida de que, en los próximos años, cada vez habrá más opciones para que las empresarias como yo podamos centrarnos en lo creativo y dejar que la tecnología se ocupe de lo repetitivo.

Así que mi visión de futuro es clara: no pelearme con la tecnología, sino integrarla de forma práctica. Usar las apps como complemento, como apoyo en la parte aburrida, y seguir poniendo el toque humano en lo que nadie más puede hacer como yo.

 

Una invitación a pensar

La tecnología y la IA no son buenas ni malas en sí mismas. Lo que marca la diferencia es cómo la usamos y qué espacio le dejamos en nuestra vida y en nuestro trabajo.

A mí la IA me ha quitado clientes, sí, pero también me ha dado nuevas formas de trabajar, más orden y más libertad para centrarme en lo que me gusta, porque me ha acarcado a otro tipo de tecnologías a las que ni siquiera me había planteado prestarles atención. Y si me preguntas, prefiero quedarme con eso, con lo que puedo ganar en lugar de con lo que pierdo.

La próxima vez que escuches a un empresario quejándose de que la IA le está robando el negocio, o de que no le gusta la tecnología, piensa en si realmente tiene razón o si ni siquiera le ha dado una oportunidad al avance. Yo misma estuve ahí, quejándome y frustrada… pero ahora veo que la clave está en aceptar el cambio, aprender a usarlo y no olvidar que lo que nos hace diferentes como personas es algo que ninguna máquina va a copiar del todo.

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